jueves, 25 de febrero de 2010

TRAGEDIA GRIEGA

Por Oscar Rodríguez-Rozic


Desde Francia


En febrero de 2010 Grecia aparece en la primera plana de los medios de Europa. La crisis financiera griega, provocada por la revelación de las verdaderas cifras de su déficit fiscal también llegó a la primera plana de los diarios argentinos. Los estadísticos griegos fueron muy ingeniosos, usando derivativos e hipotecando futuros ingresos de aeropuertos, peajes y loterías, hicieron desaparecer de la contabilidad una buena parte de la deuda. Las prácticas contables creativas empleadas por el gobierno griego para ocultar el monto real del déficit fiscal son similares a las manipulaciones del INDEC argentino para disimular la inflación. Parece que en todas partes, además de cocinarse habas, se cocinan libros contables.

De los veintisiete países que forman la Unión Europea, diez y siete adoptaron el Euro como moneda y asumieron la obligación de limitar su déficit fiscal a un máximo del 3 por ciento de su PIB. Se reveló ahora que el déficit griego supera el 12 por ciento. Los bonos de la deuda externa griegos perdieron la calificación AAA. Por lo tanto, para obtener nuevos financiamientos Grecia deberá pagar una sobretasa de interés significativa. Los bonos de deuda externa de Portugal y de España están ahora también bajo la mira de los especuladores internacionales. Es así como luego de esta revelación, una parte de esa Europa del Euro comenzaría a convertirse, por arte de la magia de los operadores financieros y los especuladores internacionales, en un rincón de Latinoamérica, donde sufren siempre sobretasas mayores o menores países de mejor conducta financiera y fiscal como Brasil y Uruguay.

Argentina, sin déficits fiscales abismales no puede sin embargo, por el momento, obtener fondos frescos de los mercados de capital internacionales, aún pagando sobretasas significativas, pues debe primero completar la renegociación de la deuda externa, espantar a los fondos buitres y arreglar con el Club de París. Todo esto lo pensaba lograr el gobierno con reservas del Banco Central y el Fondo del Bicentenario. Este proyecto ha quedado en suspenso y su suerte depende ahora de un Congreso hostil y del poder judicial.

El FMI hace sus propias estadísticas y desconfía bastante de las de sus países miembros. Esta a la espera de que los países con problemas golpeen sus puertas. Grecia, jura que no pedirá su ayuda; no esta dispuesta a tomar las medicinas que prescribirá. Argentina tampoco piensa acercarse al Fondo y aceptar que le vigilen sus cuentas. Grecia, a pesar de pertenecer a la Unión Europea y tener el Euro como moneda no está en mejor condición que Argentina, frente a los mercados de capital internacionales.

La Comunidad Europea luego de expresarle solidaridad pero sin comprometer ayuda alguna, le recomienda a Grecia la misma vieja receta del Fondo Monetario; cortar el gasto público y aumentar los ingresos. Es algo que le resultó tal vez más fácil hacer a Argentina abandonando el uno a uno y devaluando, viviendo, como lo sugirió Aldo Ferrer, con lo propio. Grecia deberá, atada al Euro y sin poder devaluar, ajustar cortando donde duele, reduciendo salarios, empleos y gastos públicos. No tiene escapatorias.

Endeudarse excesivamente en el exterior le resultó fácil a Grecia gracias al Euro y a su creatividad contable y debido a la complicidad de los bancos privados transnacionales. Lo mismo hacían los gobiernos latinoamericanos en los años de la superabundancia de los petrodólares, allá en los ochenta, obteniendo préstamos de la banca norteamericana casi con un simple llamado telefónico. Se burlaban del condicionamiento que para prestarles le imponían organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo, que obligaba a destinar los fondos a proyectos de desarrollo capaces de generar recursos para repagarlos. Argentina sigue hoy pagando esos préstamos, que nunca se convirtieron en proyectos de desarrollo ni generaron ingresos. Argentina tampoco tiene escapatorias. Para ingresar nuevamente a los mercados internacionales de capital deberá hacer buena letra y demostrar buena conducta.

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