Por Oscar Rodríguez-Rozic
Desde Francia
En febrero de 2010 Grecia aparece en la primera plana de los medios de Europa. La crisis financiera griega, provocada por la revelación de las verdaderas cifras de su déficit fiscal también llegó a la primera plana de los diarios argentinos. Los estadísticos griegos fueron muy ingeniosos, usando derivativos e hipotecando futuros ingresos de aeropuertos, peajes y loterías, hicieron desaparecer de la contabilidad una buena parte de la deuda. Las prácticas contables creativas empleadas por el gobierno griego para ocultar el monto real del déficit fiscal son similares a las manipulaciones del INDEC argentino para disimular la inflación. Parece que en todas partes, además de cocinarse habas, se cocinan libros contables.
De los veintisiete países que forman
Argentina, sin déficits fiscales abismales no puede sin embargo, por el momento, obtener fondos frescos de los mercados de capital internacionales, aún pagando sobretasas significativas, pues debe primero completar la renegociación de la deuda externa, espantar a los fondos buitres y arreglar con el Club de París. Todo esto lo pensaba lograr el gobierno con reservas del Banco Central y el Fondo del Bicentenario. Este proyecto ha quedado en suspenso y su suerte depende ahora de un Congreso hostil y del poder judicial.
El FMI hace sus propias estadísticas y desconfía bastante de las de sus países miembros. Esta a la espera de que los países con problemas golpeen sus puertas. Grecia, jura que no pedirá su ayuda; no esta dispuesta a tomar las medicinas que prescribirá. Argentina tampoco piensa acercarse al Fondo y aceptar que le vigilen sus cuentas. Grecia, a pesar de pertenecer a
Endeudarse excesivamente en el exterior le resultó fácil a Grecia gracias al Euro y a su creatividad contable y debido a la complicidad de los bancos privados transnacionales. Lo mismo hacían los gobiernos latinoamericanos en los años de la superabundancia de los petrodólares, allá en los ochenta, obteniendo préstamos de la banca norteamericana casi con un simple llamado telefónico. Se burlaban del condicionamiento que para prestarles le imponían organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo, que obligaba a destinar los fondos a proyectos de desarrollo capaces de generar recursos para repagarlos. Argentina sigue hoy pagando esos préstamos, que nunca se convirtieron en proyectos de desarrollo ni generaron ingresos. Argentina tampoco tiene escapatorias. Para ingresar nuevamente a los mercados internacionales de capital deberá hacer buena letra y demostrar buena conducta.
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