Hasta que no se conozcan los detalles del proyecto de reforma política, cuya presentación por parte del Ejecutivo se espera en esta semana de octubre, el caldero político ha dejado de extrapolar estrategias para el futuro. Diversos hechos puntuales, que aumentan la combustión de los enconos, entretienen durante este período, poblado de expectativas (una novela de espías en Buenos Aires y una evaluación de la “peligrosidad” piquetera). Hoy conocemos los rasgos más salientes de la sorpresa electoral que elaboran en la casa Rosada, pero faltan algunos elementos que permitirían deducir los “pro y los contra” que para cada una de las fuerzas políticas actuantes, implicaría la sanción de la ley. Nuestra intención, luego de analizar los designios ya definidos por Kirchner y Elisa Carrió (posts del 6 y 14 de octubre), era encarar la situación del “pan-radicalismo-socialismo” y la hermandad conocida como el “peronismo disidente”. Ambas fuerzas, hoy sumidas en un tenue desconcierto, provocado por la “blitzkrieg” Kirchnerista. Pero lo prometemos para más adelante, presumiendo que este heterogéneo grupo opositor, ajustará su estrategia a los contenidos de la nueva ley, si es que el gobierno logra su objetivo antes del 10 de diciembre.
A pesar de lo anterior, se pueden adelantar algunas reflexiones que son independientes de los contenidos de la ley. En primer lugar espero un debate interesante, habida cuenta que los políticos tienen una especialidad común acreditada, que es el conocimiento de las reglas electorales que pueden motorizar su encumbramiento o su relevo. Sólo como ejemplo, bastaría leer los debates que provocó la sanción de la Ley Sáenz Peña, para comprobar el aserto.
La creación de un régimen electoral tiene repercusiones inmediatas y directas en la estructura del poder. Y son las fuerzas políticas existentes las que deben acordar los cambios. Por esta razón es arduo introducirse en los debates relacionados con los sistemas electorales, porque, en general, dentro de las soluciones que son compatibles con la constitución, el político trata de seleccionar el sistema que evalúa como el más conveniente, ya sea para mantenerse en el poder o acrecentarlo, según las circunstancias. Puede acertar o errar en esa evaluación, pero esa es la apreciación subjetiva (que consiste en proyectar los posibles resultados de una reforma) la que generalmente debe verse en el fondo de sus argumentaciones.
No cabe duda que la pretensión de Kirchner es la de mantenerse en el poder y, de ser esto improbable, quedarse como el principal líder de la oposición. En el caso de que se dé esto último, el raciocinio nos empuja a elegir a Cobos, como el mejor de sus adversarios en los próximos cuatro años posteriores al 2011, para servir su propósito de regresar al poder. Claro que para esto último habrá una piedra en el camino. Conforme a presunciones bien fundadas, es probable que la jefatura de la oposición se vea perturbada por las innumerables visitas que tanto K. como sus principales congéneres tendrán que hacer a Comodoro Py, habida cuenta de la “virtud ecológica” que detenta la Justicia Federal argentina, que sólo recoge leña del árbol caído.