sábado, 20 de febrero de 2010

ALGUNOS PUNTOS SOBRE ALGUNAS ÍES...


Por Jorge C. Elena

Todo este confuso y aún inacabado episodio del Banco Central, del Fondo Bicentenario, etc., que tanto alteró la habitual paz del verano, posee características multifacéticas, por lo que su análisis puede hacerse desde una diversidad de ángulos: el político, el jurídico, el institucional y, también, el de la política económica. Deseo, para comenzar, referirme ahora sólo a un aspecto en materia económica, ya que percibo que se están empezando a cristalizar conceptos que no sólo le pueden dificultar la vida a este gobierno, ya en retirada, sino que también pueden hacerlo para futuras administraciones. Una de las peores consecuencias de todo este episodio podría ser la creación, en la opinión pública, de nuevos ”tabúes” o de cosas que estaría mal hacer cuando, en realidad, no lo están.

El uso de las reservas del Banco Central para pagar deuda externa no es ningún disparate. Es más: es un uso aceptado por el pensamiento ortodoxo en materia económica. Lo que la ortodoxia rechaza es la utilización de reservas para usos desarrollistas (como obras públicas de infraestructura, apoyo al sector productivo, etc.). Como los ejemplos de la vida real a menudo tienen más fuerza que los argumentos, aquí van dos casos del uso de reservas:

(a) Uruguay – En la primera página de la edición del 27 de enero del conocido semanario uruguayo Búsqueda puede leerse: “Deuda – En cuanto a los compromisos de deuda, el gobierno central enfrenta pagos de amortizaciones e intereses por bonos y otras obligaciones por US$ 1.807 millones este año. La programación financiera diseñada por el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) contempla el uso de reservas por US$ 723 millones para hacer frente a esos pagos”. Como se desprende del texto citado, en el año 2010, el gobierno a cargo del Presidente Mujica proyecta pagar el 40 por ciento de sus compromisos por concepto de deuda externa con reservas. Y, puedo asegurarles, nadie se ha abierto las venas en Montevideo por este hecho.

(b) Brasil – En el transcurso del año 2008, un número importante de grandes empresas brasileñas iniciaron un proceso de endeudamiento en el exterior, en vista de dos factores: (i) la contínua apreciación del real frente al dólar (lo que motivaba que, al momento de pagar los créditos concedidos, se necesitaban menos reales), y (ii) las bajas tasas de interés disponibles en el exterior. Era un negocio redondo...hasta la crisis financiera internacional, iniciada en septiembre-octubre de ese año. En atención a los problemas de liquidez que afectaban a muchos bancos extranjeros, cuando las empresas brasileñas se presentaron para hacer “rollovers” rutinarios de sus préstamos, los bancos les dijeron nones, paguen de inmediato, ya que precisamos el dinero de vuelta. Y allí comenzó a crujir y rechinar todo el andamiaje, ya que a fines del 2008, la deuda externa privada, contraída por esas grandes empresas brasileñas, ascendía a US$ 85.000 millones. Ante las perspectivas ciertas de “default” en esa deuda externa privada por parte de varias grandes empresas brasileñas, a principios de 2009 el Banco Central do Brasil, a cargo del muy ortodoxo Presidente Meirelles (ex First Boston) autorizó la afectación del 10 por ciento de las reservas del Banco Central (o sea US$ 20.000 millones) para un programa especial de crédito, de forma de financiarle a esas empresas el pago de lo adeudado a la banca extranjera. O sea que, de facto, el Banco Central brasileño comprometió una parte de sus reservas para atender una porción significativa de la deuda externa privada generada por un conjunto de grandes empresas brasileñas.

Así es que otros países han usado y van a usar reservas de sus Bancos Centrales para pagar deuda externa privada (Brasil) y deuda externa pública (Uruguay). No parece que, en estos dos países vecinos, se considere un pecado hacerlo. Porque, la verdad, no lo es.

Donde sí hay una diferencia importante con la Argentina es en que ni Uruguay ni Brasil corren el riesgo de ver embargados pagos al exterior utilizando reservas del Banco Central transferidas al gobierno central, mientras que la Argentina efectivamente corre ese riesgo, lo cual no es un tema menor. Y lo malo es que ha quedado la sensación de que el gobierno no ha estudiado muy seriamente este asunto. El hecho de que una veintena de Gobernadores y/o treinta y tantos Senadores apoyen al Fondo Bicentenario no le va a mover un pelo al Juez Thomas Griesa en Nueva York.

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