martes, 1 de diciembre de 2009

EL TANGO Y LA RELIGION


por Carlos A. Manus



Realidad o leyenda, la relación entre el tango y la religión se habría iniciado a mediados de 1914 cuando una pareja lo bailó en el Vaticano ante el Papa Pío X a fin de demostrar que ese baile no era pecaminoso, con lo que S.S. estuvo de acuerdo. Cabe aclarar que mal podía tratarse de un baile lascivo porque la pareja la constituían dos hermanos y, como se sabe, no hay nada más aburrido que bailar con la propia hermana.

No obstante que el Papa no lo habría vedado, una letra muy popular proclamaba “Dicen que el tango es una gran languidez/ y que por eso lo prohibió Pío Diez…”.

La segunda oportunidad no fue nada auspiciosa: Gustavo Martínez Zuviría (Hugo Wast) -ministro de Educación del gobierno surgido del cuartelazo del 4 de junio de 1943- estableció una comisión purificadora del idioma presidida por Mons. Gustavo Franceschi la que prohibió la difusión de tangos en cuyas letras se utilizara el voceo o los términos lunfardos.

Los autores de los tangos ofensivos a la moralina de esos puristas de la lengua debieron corregir de apuro esas letras, las que terminaron siendo una parodia del tango. Con nuestra habitual propensión a la chacota, la gente decía que el nombre del tango “Guardia vieja” iba a ser cambiado por “Cuidado mamá”.

La conexión tango-religión se refleja en versos como “…Campanas de bronce,/ las voces de Dios,/ anunciando “la Novena”/ se oye cual deber sagrado/ con su toque acompasado,/ de oración./ Viejitas y muchachas, desfilan hacia el templo,/ consuelo de las almas, que descansan en paz./ Hilvanan un rosario de penas y recuerdos,/ de hermanos, padres, novios que ya no volverán./ Los fieles de rodillas elevan hacia el cielo/ plegarias a la Virgen y súplicas a Dios,/ y mientras en voz baja dicen avemarías/ el padre “sermonea” desde el Altar Mayor… “ (La Novena, Alfredo Bigeschi).

Se observa también esa relación en “… Mientras tanto,/ al pie de la santa Cruz,/ una anciana desolada/ llorando implora a Jesús:/ “Por tus llagas que son santas,/ por mi pena y mi dolor,/ ten piedad de nuestro hijo,/ ¡Protégelo, Señor!” …” (Al pie de la santa Cruz, Mario Batistella).

En Si volviera Jesús dice Dante Linyera “Veinte siglos hace, pálido Jesús,/ que mirás al mundo clavado en tu cruz;/ veinte siglos hace que en tu triste tierra/ los locos mortales juegan a la guerra./ Sangre de odio y hambre vierte el egoísmo,/ Caifás y Pilatos gobiernan lo mismo./ Y, si en este siglo de nuevo volvieras,/ lo mismo que entonces Judas te vendiera…/… / Si volvieras Jesús,/ otra vez con tu cruz/ tendrías que cargar./ La injusticia impera. ¿Dónde está el amor/ que tú predicaste, dulce Redentor?/ Magdalena vaga por los callejones/ apedreada, hambrienta… Mandan las pasiones…/ Ya todo se compra y todo se vende./ La inocencia sufre, nadie la comprende…/ ¡Qué razón tenías! ¡Qué razón que aterra!/ ¡Oh, Jesús, tu reino no era de la tierra!”.

Entre los poetas del tango Enrique Santos Discépolo fue, posiblemente, quien con mayor frecuencia recurrió al tema religioso, como lo hizo en “…¿Qué vachaché? Hoy ya murió el criterio!/ Vale Jesús lo mismo que el ladrón… (Qué vachaché), al igual que en “… Me clavó en la cruz/ tu folletín de Magdalena,/ porque soñé/ que era Jesús y te salvaba…” (¡Soy un arlequín!), lo mismo que en “Yo no sé por qué extraña/ razón te encontré,/ Carrillón de Santiago/ que está en La Merced…” (Carrillón de La Merced), así como en “… Igual que en la vidriera irrespetuosa/ de los cambalaches/ se ha mezclao la vida,/ y herida por un sable sin remaches/ ves llorar la Biblia/ contra un calefón…” (Cambalache) y hasta en la blasfemia de “…Me he vuelto pa’ mirar/ y el pasao me ha hecho reir…/¡Las cosas que he soñado,/ me cache en dié, qué gil!…” (Tres esperanzas). En ese sentido, Discépolo alcanzó la mayor expresión en el dramatismo de Tormenta…/Aullando entre relámpagos/perdido en la tormenta/de mi noche interminable,/!Dios! busco tu nombre…

En una suerte de réplica al citado Qué vachaché, dice Francisco García Jiménez “… Yo no comparto ni discuto tus razones,/ alta la frente, en mi sonrisa hay claridad de luz./ ¡Adiós, Ninón! Te cedo los ladrones./ A precio igual, ¡me quedó con Jesús!” (Adiós, Ninón).

Enrique Cadícamo dice en festiva irreverencia “… Hoy se vive de prepo/ y se duerme apurao./ Y la chiva hasta a Cristo/ se la han afeitao…” (Al mundo le falta un tornillo).

En los nostálgicos versos de La capilla blanca, Héctor Marcó evoca “En la capilla blanca/ de un pueblo provinciano,/ muy junto a un arroyuelo de cristal,/ me hincaban a rezar tus manos…/ Tus manos que encendían/ mi corazón de niño,/ Y al pie de un Santo Cristo/ las aguas del cariño/ me dabas a beber…”

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De ninguna manera creo haber agotado el tema. En todo caso, para concluir este artículo tal vez nada más apropiado que hacerlo con otro de los versos de Discépolo “… Ya no me falta pa’ completar/ más que ir a misa e hincarme a rezar…” (Malevaje).

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