lunes, 24 de agosto de 2009

ENERGÍA

por Oscar Rodríguez-Rozic

(Desde Francia)



En Francia el precio de la electricidad y del gas no desaparecen casi nunca de la discusión política. Es por ello que se aprovecha el receso del verano para anunciar los aumentos del precio de la energía. El Congreso Argentino se aprestaba, en pleno invierno, a lo que se anticipaba sería un debate encendido, ideológico y político, sobre las tarifas de gas, los subsidios, contra subsidios y la privatización y regulación de la actividad. Nada de eso ocurrió debido a que el Ejecutivo dejó sin efecto el aumento del gas.

Es interesante recordar que los planes que se formulan para la reconstrucción de Europa después de la guerra, y para la construcción de los países del tercer mundo, tuvieron como uno de sus ejes centrales la creación de sistemas estatales de producción y distribución de energía. La incorporación de la generación atómica como fuente de energía, por su conexión con la defensa y la seguridad nacionales, refuerzan el carácter estatal de esta actividad. El desarrollo de obras hidroeléctricas, por el tamaño de las inversiones que demanda y el de los sistemas de transmisión a alta tensión a larga distancia requieren ser concebidos como parte de una programación a mediano y largo plazo del desarrollo de un país, tomando en cuenta adicionalmente las posibilidades de interconexiones eléctricas internacionales. Es difícil imaginar que estos programas de gran envergadura hubieran podido quedar librados a la iniciativa y acción del sector privado.

En Argentina en los años sesenta se intenta, con el liderazgo del CONADE y el CFI poner en marcha un programa de desarrollo eléctrico de largo plazo, incluyendo gasoductos internacionales, líneas de transmisión a larga distancia, centrales atómicas y la construcción de grandes represas en asociación con países vecinos, todo en manos de empresas estatales.

Sin embargo, la falta de inversiones y muy especialmente el manejo cortoplacista de los precios provocan desatención y cortes del suministro de energía. Esta situación y la falta de confianza y el menosprecio, muy argentino, por todo lo que sea burocracia y empleo público, crean las bases psicológicas y políticas para la aceptación general de un cambio radical de enfoque. El gobierno de Menen produce una verdadera revolución, con la privatización como única solución. Quizá se soñó posible retornar a las empresas privadas extranjeras que proveían todos los servicios públicos en los míticos años de la grandeza argentina, allá por los años veinte, en que un peso valía una libra esterlina y la que fue esposa del Presidente, cantaba óperas en París. Esta especie de vuelta a un pasado mítico liberal con inversores extranjeros que satisfacen las necesidades de servicios públicos y un peso que valía oro, no duro mucho.

El debate que no ocurrió en el Congreso del aumento del precio del gas pudo ser una oportunidad para discutir y repensar el modelo de política energética a seguir. Dada la imposibilidad de atraer inversiones extranjeras, parece difícil imaginar que el modelo actual sea adecuado. La alternativa mas radical sería estatizar las actividades vinculadas a la producción y suministro de energía para hacerlas responsabilidad única y privativa de una o varias empresas estatales. Los modelos a imitar bien podrían ser los de Francia cuya empresa estatal engloba electricidad y gas, o el de Brasil. Esas empresas estatales son administradas con la agilidad y eficiencia de las corporaciones privadas y son capaces de recibir y remunerar capitales privados, a pesar de estar en manos mayoritarias del Estado.

Pero en última instancia, no es tan distinto el manejo eficiente de la producción y suministro de energía por parte del Estado en Francia, o por entidades privadas en el Reino Unido o en los Estados Unidos. Sin embargo creo que para poner en marcha en Argentina posibles soluciones, ya sea una regulación efectiva del servicio o una gestión efectiva del mismo por parte del Estado, sería necesario un cambio fundamental en la manera de concebir la función pública.

El cambio necesario es revolucionario. Consistiría en que los argentinos comiencen a aceptar que algunos de entre ellos, incluso los mejores educados, pueden considerar deseable y honorable ser funcionarios públicos, servidores públicos, como alternativa a convertirse en millonarios ejecutivos o asesores de corporaciones internacionales. Es esta la motivación que hace que en países como Francia, los que egresan de los institutos de educación superior no desdeñan concursar para ingresar a la Empresa Estatal de Energía, que es simplemente una carrera de servicio público. Pienso, con un poco de inmodestia, que esa fue la motivación que llevó a muchos de nosotros a ingresar en los años sesenta en el Consejo Nacional de Desarrollo o el Consejo Federal de Inversiones. Sin una “tecnocracia argentina” será virtualmente imposible montar ministerios de energía, empresas energéticas o entes reguladores efectivos y honestos.

1 comentario:

  1. Muy loable tu comentario y propuesta, sin embargo yo creo que hay una gran diferencia de concepcion en cuanto a politicas a largo plazo entre los modelos europeos y los nuestros. Como argentina tengo la impresion de que los recursos en este caso energía/gas se manejan a veces con imprevisión, otras con favoritismos y hasta con la acostumbrada prioridad para con la capital, aunque las proveedoras sean las provincias.
    Ni la estatizacion ni la gestion privada son malos es si mismos, creo que es cuestion de armar proyectos con racionalidad, eficiencia y buen control estatal en caso de privatizaciones.
    Despues de las maratonicas privatizaciones de la decada del 90, nos ha pasado de tener cortes de energia programados por sectores, cortes sin saber motivos y denuncias varias de escasa o nula inversion de empresas pese a ganancias sostenidas durante años.

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