lunes, 26 de abril de 2010

DETRACTORES ARGENTINOS DEL TANGO V

por Carlos A. Manus

Algunos escritores argentinos de fuste se dedicaron a desprestigiar el tango, a negar su origen o a renegar del mismo. Dado su prestigio o las posiciones relevantes que ocuparon, sus opiniones fueron acogidas en algunos periódicos nacionales y extranjeros, además de ser manifestadas en conferencias y charlas o vertidas en sus libros.

Ezequiel Martínez Estrada

En Radiografía de la pampa pontifica Ezequiel Martínez Estrada:

“El tango, la música nocturna, entristece estos lugares de diversión [el cabaret], porque trae en su ritmo reminiscencias del pasado abyecto y las voces sofisticadas de la vida rehusada. Nació después de la jornada del negro arrancado de su tierra y metido en las plantaciones de tabaco, azúcar y café. Encierra en sus cadencias la esclavitud y la voluntad de hundir en la carne la propia fatiga, hasta convertirla en placer”.

Cabe aclarar que los esclavos fueron utilizados en el servicio doméstico y no en las plantaciones. Por otra parte, la Argentina nunca tuvo plantaciones de café. Martínez Estrada parece haber olvidado que la esclavitud fue abolida en 1813, mucho antes de que apareciera el tango. Continúa Martínez Estrada:

“Baile sin expresión, monótono, con el ritmo estilizado del ayuntamiento. (…) Es un baile sin alma, para autómatas, para personas que han renunciado a las complicaciones de la vida mental y se acogen al nirvana.

(…) Baile del pesimismo, de la pena de todos los miembros; baile de las grandes llanuras siempre iguales y de una raza agobiada, subyugada, que las anda sin un fin, sin un destino, en la eternidad de su presente que se repite. La melancolía proviene de esa repetición, del contraste que resulta de ver dos cuerpos organizados para los movimientos libres sometidos a la fatídica marcha mecánica del animal mayor”.

“En el baile de ‘candil’, untuoso, lúbrico, bailado con la ornamentación de cortes, corridas y quebradas, ponía en el ambiente familiar cierto interés de ‘clandestino’. Todo eso era lo que le daba personería, carácter propio y se perdió; pero en cambio apareció el verso para recoger, como el drama satírico tras la tragedia, el elemento fálico, ritual. Aun hoy la letra dice bien claro de su estirpe. En ella está la mujer de mala vida; se habla de la canallada, del adulterio, de la fuga, del concubinato, de la prostitución sentimental; del canflinflero que plañe. La joven más pura tiene en su atril ese harapo que antes fue vestido de un cuerpo venal. La boca inocente canta ese lamento de la mujer infame y no la redime, aunque ignore lo que expresa su palabra. Suena en su voz la humillación de la mujer”.

“Pero ahora es cuando el tango ha logrado su cabal expresión: la falta de expresión. Lento, con los piés arrastrados, con el andar del buey que pace. Parecería que la sensualidad le ha quitado la gracia de los movimientos; tiene la seriedad del ser humano cuando procrea. El tango ha fijado esa seriedad de la cópula, porque parece engendrar sin placer (…) Tiene algo del quejido apagado y angustioso del espasmo. No busquemos música ni danza; aquí son dos simulacros. No tiene las alternativas, la excitación por el movimiento gimnástico de otros bailes; no excita por el contacto casual de los cuerpos. Son cuerpos unidos, que están, como en el acoplamiento de los insectos, fijos, adheridos. (…) El baile en parejas puede ser incitante, sensual, una ‘transferencia’ freudiana; el tango en particular es el acto mismo sin ficción, sin inocencia, sin neurosis. Es, hasta si se quiere, un acto solitario. Tiene algo de la rumia su música lamentable en el bandoneón, como hay algo del mugido en éste, su instrumento propicio….”

Conclusión

Evidentemente, los denigradores fracasaron en su propósito: no obstante sus derogatorias opiniones, el tango siguió triunfando en París, en otras capitales europeas y en Japón y fue aceptado en nuestro país sin distinción de clases sociales. Como dice Manuel Romero en “La canción de Buenos Aires”:

Este es el tango, canción de Buenos Aires,

nacido en el suburbio, que hoy reina en todo el mundo…

Más daño que el de esos detractores le hizo al tango la comisión para la depuración del idioma creada por Gustavo Martínez Zuviría (Hugo Wast), ministro de Justicia e Instrucción Pública del gobierno surgido de la revolución del 4 de junio de 1943. Dicha comisión, presidida por monseñor Gustavo Franceschi, prohibió la difusión de tangos con expresiones lunfardas y el voseo, por lo que los poetas debieron escribir de apuro letras que no contuvieran esas palabras así como sustituir las mismas en los tangos editados transformando nuestra música en una parodia. Afortunadamente esa absurda medida fue derogada en 1949 durante la presidencia de Juan D. Perón.

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