miércoles, 21 de abril de 2010

LA POLÍTICA DE ACERCARNOS AL ABISMO



Por Jorge D. Ferraris


Si la dinámica de los acontecimientos políticos mantiene el ritmo de conflictividad que ha desplegado con posterioridad al 28 de junio del 2009 (cuando el oficialismo perdió las elecciones de medio término), no sería aventurado pronosticar que la brecha que separa hoy al gobierno de la oposición, se ensanchará hacia dimensiones que serán perjudiciales para el futuro de todos los argentinos. Estimo que ha llegado la hora de plasmar reflexiones que vayan más allá de la trama cotidiana, concentrada hoy en especular sobre cual pude ser la próxima zancadilla que unos y otros pueden, recíprocamente, propinarse.



Si este incremento de la hostilidad política continúa, tanto el recambio de autoridades que debe materializarse hacia finales del 2011 como la problemática que enfrentará el futuro gobierno (cualquiera sea su signo) implicará la consolidación de un ámbito de relaciones sociales incompatible con la posibilidad de maximizar las ventajas comparativas que tiene el país, ofrecidas tanto por sus recursos naturales y humanos como por la coyuntura internacional. Repetiríamos nuestra propia historia y perderíamos una nueva oportunidad.

Con ánimo de aplacar esta carrera hacia el abismo, han arribado al escenario de la atención pública ideas y propuestas que sistemáticamente se han hundido en la indiferencia de las mayorías. La concepción amigo-enemigo que exteriorizan grupos minoritarios activos, dominando las expresiones de nuestra política y la convicción que los orienta, en el sentido que la única vía que puede asegurar el progreso social, es la destrucción del adversario, nos ha colocado en este derrotero.



Queremos aclarar que no nos preocupa en el conflicto en si mismo. Su presencia en el ámbito de las relaciones humanas, es un producto de la convivencia. No existe sociedad que no conlleve la exteriorización de diferencias ideológicas y sin que en su seno, confronten intereses contrapuestos. Lo importante es como ha dispuesto esa sociedad, las reglas para dirimir las diferencias en un ámbito de coexistencia pacífica. Nosotros hemos elegido el camino de la democracia republicana y, pese a sus deficiencias, la abrumadora mayoría de los argentinos no está pensando en sistemas alternativos. En definitiva no pretendemos que las diferencias se eliminen, sino que se respeten las reglas que nos hemos impuesto para convivir con ellas.

Es una realidad social que la proliferación de los enconos derivados de pensamientos binarios, está concentrado en minorías fundamentalistas, cuyas expresiones tienen una resonancia exagerada, gracias al silencio de las mayorías. Es en el ámbito de estos grupos, si se exacerban sus resentimientos, donde nace la violencia. Dada esta realidad, nos permitimos una reflexión tanto para los que hoy manejan el poder (que por esta circunstancia tienen la mayor responsabilidad) como para aquellos que fuera del poder, disponen de medios para la propalación masiva de sus ideas.



Últimamente, destacados funcionarios del gobierno y personeros que actúan en medios estatales de comunicación, han emprendido una campaña de diatribas tanto hacia dirigentes de la oposición como hacia periodistas que no comparten el pensamiento oficial. Las críticas, que son admisibles en una democracia, no tienen porque ser injuriosas. Es probable que estos protagonistas no puedan imponer la necesaria dosis de racionalidad a sus emociones y no tengan como objetivo de sus exabruptos, echar leña al fuego de la intolerancia. No hay pruebas en este sentido y por ello prefiero pensar que se trata de una falencia de la capacidad de conducción, en el caso de los funcionarios o profesional, en el caso de periodistas. De toda forma, cualquiera que sean sus propósitos, estas personas deben saber que están ubicados, como consecuencia de sus funciones, en un lugar de privilegio desde el cual la sociedad les permite difundir ampliamente sus ideas. Y también deben saber, por esas mismas razones, que sus injurias y diatribas, pueden alimentar el fundamentalismo de esas minorías, desde las cuales, conforme lo demuestra la historia, ha emergido siempre, la violencia.

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